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sábado, 17 de octubre de 2009

Material del Ultimo trimestre






La reflexión sobre la Ciencia del
Prof. Andrés Luetich


1. Introducción

Las primeras reflexiones referidas al modo de conocer de la Ciencia destacaban su prescindencia de toda teorización previa. La experiencia era vista como el punto de partida y la labor del intelecto consistía sólo en captar las repeticiones, las relaciones causales y —cuando ello era posible— expresarlas por medio de leyes universales. Estas leyes tenían siempre un carácter provisorio, pues su vigencia estaba supeditada a la concordancia de sus predicciones con los resultados de nuevas experiencias.

El compromiso del científico era ser fiel a la experiencia, al objeto de conocimiento —ser objetivo—. El sujeto debía reducirse a la mínima expresión, de modo que prejuicios, opiniones y gustos cedieran su lugar a la razón, que como una tabla rasa debía enfrentarse a los datos de los sentidos para encontrar en ellos la verdad.

Surgía así una nueva etapa en la historia de la humanidad. Quedaban atrás las oscuras sombras de la tradición y la revelación. Comenzaba el tiempo de la razón, de las luces, del saber fundado y accesible a todos, ya que, según Descartes (padre de la Modernidad), «No hay nada mejor repartido entre los hombres que la razón». El tiempo que había mediado entre la Antigüedad Clásica (revalorizada desde el Renacimiento) y la nueva etapa iluminista pasaba a ser considerado un tiempo de oscuridad, de desorden, de barbarie, y recibía —con tono despectivo— el mote de Medieval.




La solidez de la Ciencia residía en el respaldo empírico. Toda afirmación científica emergía de un cúmulo de observaciones y recibía de él su validez. El valor de la experiencia sensible se debe a que ella es externa y, por lo tanto, comunicable y perceptible para todo sujeto en condiciones similares. La Ciencia producía entonces un conocimiento de validez universal, pues no exigía del observador compartir creencias o juicios de valor con quien había formulado una proposición, sino simplemente hacer uso de un lenguaje común y una metodología aceptada.

Hume: primer llamado de atención

Cuando Hume llama la atención sobre el hecho de que la Ciencia va más allá de los datos de la experiencia, hace temblar sus bases.

La Ciencia busca establecer leyes causales. Estas leyes son entendidas por la Ciencia como generalizaciones de las relaciones causales observadas en la experiencia. Sin embargo, Hume señala que la causalidad escapa a la experiencia, que tiene un origen diverso de ella y que es aportada por el sujeto sin otro fundamento que la costumbre y la conveniencia.

Hume destaca que de la relación causal no tenemos percepción. Vemos que algo ocurre primero y algo después, pero no vemos que lo segundo se deba a lo primero. En todo caso podemos decir que siempre que hemos visto que sucedía A acto seguido ha sucedido B. Pero que B es consecuencia de A y que siempre después de A se dará B, es algo que no podemos afirmar basados en el solo dato empírico. La Ciencia va más allá de los sentidos. El sujeto interviene en la construcción de la Ciencia con sus costumbres y necesidades, buscando un conocimiento que le permita operar efectivamente y con éxito: en este sentido no se diferencia del conocimiento vulgar.



2. La irrupción del sujeto

Kant: la revolución copernicana

Kant dijo que al leer a Hume se despertó de su "sueño dogmático". La concepción de la verdad como una realidad exterior al hombre que éste podía apropiarse mediante la observación había sido minada por el empirista inglés. De todos modos, Kant nunca dudó de la Ciencia. Por entonces Newton demostraba que la Ciencia estaba viva, como una realidad pujante, imparable. No era necesario demostrar su posibilidad, sino sus "condiciones de posibilidad". ¿Cómo es posible la Ciencia? ¿Cómo responder a la crítica de Hume que parecía reducirla a mera costumbre?

Así se produjo la "revolución copernicana" del filósofo de Könisberg: la centralidad en el conocer no estaba ya en el objeto (como creían realistas, empiristas e idealistas) sino en el sujeto. El sujeto no es mero espectador, es constructor del objeto del conocimiento. Sin sus estructuras a priori, el sujeto jamás conocería. Las estructuras a priori (previas a la experiencia) del sujeto son la condición de posibilidad de todo conocimiento. El intelecto conoce el objeto (fenómeno) —que construye a partir del caos de sensaciones que le envían los sentidos— aplicando sus formas a priori de la sensibilidad (espacio y tiempo). Las categorías del entendimiento permiten pensar los objetos profundizando en ellos y en sus relaciones.





Entre las categorías a priori del entendimiento se encuentran las de causa y efecto. Es decir que el Principio de Causalidad, central para la tarea de la Ciencia, no es más visto como un principio que rige a la cosa en sí (noúmeno) —ahora desconocida— ni tampoco como un fruto de la mera costumbre: es una estructura del sujeto trascendental, que rige todo conocimiento y es compartida por todos los sujetos empíricos, limitando su campo de validez a los fenómenos.

Asumiendo la crítica de Hume, Kant elaboró una nueva Teoría del Conocimiento que daba cuenta del conocimiento científico y restringía notoriamente al conocimiento filosófico. La Ciencia es un conocimiento de fenómenos, de validez universal, para todo sujeto. Sus contenidos no están regidos por la opinión o la costumbre: se rigen por estructuras que son previas a toda experiencia científica o personal. El sujeto es quien construye el conocimiento. La observación y la inducción no son negadas, pero se dan respecto del fenómeno —construido por el sujeto— para el cual rige el Principio de Causalidad, que es aportado por el mismo sujeto.

Sin embargo, este sujeto que construye al objeto no es un sujeto situado, particular. Es el sujeto trascendental, condición de posibilidad de todo conocimiento. Hemos llegado a una visión centrada en el sujeto, pero aún no hemos arribado a una concepción histórica y situada del sujeto mismo.

Popper: la Ciencia como saber hipotético deductivo

Popper rompe definitivamente con el inductivismo al describir el modo en que el científico aborda el dato empírico. Según lo hizo notar Popper, el científico se enfrenta a los datos de la experiencia desde un planteo teórico. Es éste el que le permite distinguir qué hechos serán relevantes y qué debe registrar y medir. La experiencia es, en primer lugar, fuente de problemas y de inspiración para el científico, pero lo puramente científico comienza con la formulación de una hipótesis falsable, es decir, apta para ser refutada por una evidencia empírica. La experiencia científica ocupa así un segundo lugar y, sin dejar de ser importante, viene a corroborar o refutar las hipótesis del científico.

La Ciencia ya no es tal por tener a la experiencia como su única fuente. Su nota distintiva está en ser un saber que se somete a la experiencia como criterio de verdad, pero que se construye desde el sujeto que formula las afirmaciones.

Gadamer: la dimensión histórica del sujeto

Dilthey introdujo en la reflexión filosófica contemporánea el concepto de "conciencia histórica". A través de Heidegger, su influencia se hace sentir en Gadamer, principal referente de la corriente hermenéutica contemporánea.

Con Gadamer y su obra fundamental, Verdad y método, cae uno de los prejuicios más arraigados desde el Iluminismo: el prejuicio respecto de los prejuicios. El deseo o la necesidad de romper con un pasado que rechazaban llevó a los racionalistas del siglo XVIII a imaginar que era posible para la conciencia volver a empezar. Buscar un fundamento exclusivamente racional y desde allí, dejarse informar por la verdad, sin rastros del vetusto oscurantismo anterior.

Hans-Georg Gadamer muestra, en la obra antes citada, cuán necesario es el juicio previo para afrontar una realidad, cuán imposible es desprenderse totalmente de él. El juicio previo es condición de posibilidad de toda comprensión. La herencia recibida, portadora de un sinnúmero de prejuicios, es sin embargo una herencia enriquecedora. La clave no está en rechazar lo recibido sino en tener frente a ello una actitud crítica, en explicitar, sacar a la luz nuestros prejuicios y admitir que pueden no coincidir con aquello que pretenden mostrar.

Este pensamiento permite tener una actitud menos soberbia respecto del pasado y de nuestras capacidades de conocer desde una visión aséptica y desencarnada. Reconocernos situados en un tiempo y portadores de un cúmulo de prejuicios que nos permiten conocer.



3. La irrupción de la comunidad científica

Kuhn: el concepto de paradigma

Thomas Kuhn abordó la Ciencia desde una perspectiva nueva. No se limitó a analizar la labor del científico aislado, en relación con las hipótesis y la experiencia. Kuhn centró su atención en la comunidad científica. A fin de cuentas, una verdad es tenida por científica cuando el conjunto de la comunidad científica la tiene por tal. De hecho, muchas afirmaciones hoy consideradas científicas, durante muchos años no fueron tenidas por tales.

En su estudio, Kuhn descubrió que en los períodos normales, cada ciencia tiene un "paradigma" que la reúne y la organiza. Los científicos encuentran en esa experiencia arquetípica la referencia para su propio obrar. El paradigma indica qué ha de ser estudiado y de qué manera. Y mientras las experiencias y datos que contradigan al paradigma no sean muy significativos, el mismo seguirá rigiendo esa ciencia. No basta con un dato, un experimento, un hecho que contradiga al paradigma para que este caiga. El incremento de anomalías puede generar la propuesta de un nuevo paradigma, que venga a dar respuesta a lo que el paradigma anterior explicaba y a lo que no explicaba. Así se gestan los procesos revolucionarios y la Ciencia avanza por acumulación, durante la vigencia de un paradigma, pero, sobre todo, por revolución, por cambio de paradigmas.

La Ciencia es un fenómeno social. No basta para comprenderla con hacer hincapié solamente en la experiencia, o en el rol del sujeto que formula hipótesis: es necesario comprender que ese sujeto (el científico) se encuentra situado en un tiempo y en referencia a una comunidad.




BIBLIOGRAFÍA

Colomer, E. 1990 El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, tomo III
Barcelona: Herder

Chalmers, A. 1988 ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?
Buenos Aires: Siglo XXI

Kuhn, Th. 1994 La revolución copernicana
Barcelona: Planeta-Agostini

viernes, 28 de agosto de 2009





Filosofía estoica

Los estoicos proclamaron que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa, y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud (tal es la idea de la imperturbabilidad o ataraxia). Asumiendo una concepción materialista de la naturaleza, siguieron a Heráclito en la creencia de que la sustancia primera se halla en el fuego y en la veneración del logos, que identificaban con la energía, la ley, la razón y la providencia encontradas en la naturaleza. La razón de los hombres se consideraba también parte integrante del logos divino e inmortal. La doctrina estoica que consideraba esencial cada persona como parte de Dios y miembro de una familia universal ayudó a romper barreras regionales, sociales y raciales, y preparar el camino para la propagación de una religión universal. La doctrina estoica de la ley natural, que convierte la naturaleza humana en norma para evaluar las leyes e instituciones sociales, tuvo mucha influencia en Roma y en las legislaciones posteriores de Occidente. Además tuvo importancia en corrientes y filósofos posteriores como Descartes y Kant. Hoy en día se utiliza el término estoico para referirse a la actitud de tomarse las adversidades de la vida con fortaleza y resignación.

En el campo de la lógica desarrollaron la lógica inductiva. Dividieron la lógica en Retórica (ciencia del recto decir) y Dialéctica.
En el campo de la física retornaron a la filosofía de Heráclito: todo está sometido al cambio, al movimiento. La física, según el estoicismo, es el estudio de la naturaleza tanto del mundo físico en su totalidad como de cada uno de los seres que lo componen, incluidos los seres divinos humanos y animales. Fundamentalmente especulativa, y en clara deuda con el pensamiento de Parménides (unidad del ser) y Heráclito, la física estoica concibe la naturaleza como un fuego artístico en camino de crear.

El universo es un todo armonioso y causalmente relacionado (es decir, todo esta relacionado por una serie de causas), que se rige por un principio activo, el Lógos cósmico y universal del que el hombre también participa. Este lógos cósmico, que es siempre el mismo es llamado también Pneuma (soplo, Fatum en latín), aliento ígneo, ley natural, naturaleza (physis), necesidad y moira (destino, Fatum en latín), nombres todos ellos que hacen referencia a un poder que crea, unifica y mantiene unidas todas las cosas y que no es simplemente un poder físico: el pneuma o lógos universal es una entidad fundamentalmente racional: es Dios (panteísmo), un alma del mundo o mente (razón) que todo lo rige y de cuya ley nada ni nadie puede sustraerse. Inmanente al mundo, el lógos es corpóreo, penetra y actúa sobre la materia (hylé): principio pasivo, inerte y eterno que, en virtud del pneuma o lógos, produce todo ser y acontecer. Todo en la naturaleza es mezcla de estos dos principios corpóreos (materialismo).

Aunque la naturaleza (physis) es plenamente racional, no rige de la misma forma a todos los seres:

• Los hombres nacen con un alma1 como si fuera una "tabla rasa" pero cuando adquieren cierta madurez pueden, mediante el uso de una "fantasía" aceptar o rechazar las impresiones que los "iconos" que desprenden las cosas fijan en el alma como conceptos. Cuando el hombre maduro ejerce una "fantasía cataléptica" es capaz de comprender la verdad de los conceptos, a partir de dichas impresiones y elaborar a partir de los mismos juicios verdaderos y razonamientos verdaderos.

• En los animales irracionales mediante un alma sensible que percibe pero no conoce

• Mediante un alma vegetal en las plantas.

• Mediante el movimiento local de los átomos regidos por el fatum o destino.2
La teología estoica es panteísta: no hay un Dios fuera de la naturaleza o del mundo; es el mismo mundo en su totalidad el que es divino, lo que justifica que la creencia en los dioses, pese a su heterogeneidad, sea universal.
La concepción de un cosmos dotado de un principio rector inteligente desemboca en una visión determinista del mundo donde nada azaroso puede acaecer: todo está gobernado por una ley racional que es inmanente (como su lógos) y necesaria; el destino no es más que la estricta cadena de los acontecimientos (causas) ligados entre sí: Los sucesos anteriores son causa de aquellos que les siguen, y en esta manera todas las cosas van ligadas unas a las otras, y así no sucede cosa alguna en el mundo que no sea enteramente consecuencia de aquélla y ligada a la misma como a su causa. (SVF, II, 945).

El azar no existe; es el simple desconocimiento causal de los acontecimientos. Si
nuestra mente pudiera captar la total trabazón (conexión) de las causas podría entender el pasado, conocer el presente y predecir el futuro. Este mundo es el mejor de todos los posibles y nuestra existencia contribuye a este proyecto universal, por lo que, como veremos, no hay que temer al destino, sino aceptarlo.
El lógos que todo lo anima está presente en todas las cosas como lógoi spermatikoi, razones seminales de todo lo que acontecerá. Como el mundo es eterno y el lógos es siempre el mismo inevitablemente habrán de repetirse todos los acontecimientos (eterno retorno) una y otra vez. El mundo se desenvuelve en grandes ciclos cósmicos (aión, año cósmico), de duración determinada, al final de los cuales todo volverá a comenzar de nuevo, incluso nosotros mismos. Cada ciclo acaba con una conflagración universal o consumación por el fuego de donde brotarán de nuevo los elementos (aire, agua y tierra) que componen todos los cuerpos, comenzando así un nuevo ciclo.

Teoría estoica del conocimiento

Los escépticos, muy influyentes a partir del siglo II a.C. trataban de independizar al hombre del mundo mediante la abstención de juicio. Dudaban de la posibilidad de conocimiento sensible, mediante el pensamiento discursivo y de los resultados de combinar ambos. El relativismo de Protágoras es la base de la duda escéptica respecto a los sentidos. No pueden ser una reproducción inmediata de las cosas si la percepción varía de individuo en individuo y entre distintas situaciones del mismo individuo o del objeto. Estas contingencias no se pueden evitar, así que no hay posibilidad de conocimiento sensible. Por otra parte, las opiniones vienen condicionadas por la costumbre. Ante la contradicción de opiniones no se puede distinguir la veraz. El método de deducción silogística de Aristóteles depende de las premisas. Estas premisas ni se pueden admitir sin demostración ni pueden ser simplemente hipotéticas. Por tanto, el camino del conocimiento de lo general a lo particular mediante el silogismo es imposible, pues el punto de partida es incierto. De modo que lo mejor desde el punto de vista escéptico es abstenerse de juzgar, pues no se puede decir nada más allá del parecer.

Frente a ellos, los estoicos, filósofos preocupados esencialmente por problemas éticos, sostienen que se llega a la virtud por el saber. Por tanto, deben buscar el conocimiento pese a todas las objeciones, y para ello deben encontrar un criterio de verdad certero. Consideran que la percepción deja la impresión de lo externo en el alma, que al nacer sería como una tabla de cera en la que lo exterior imprime sus signos. Las representaciones generales se deben al enlace entre impresiones o a su permanencia. No hay pues ni ideas platónicas ni una energía externa que produzca conceptos. A partir de esta base, el argumento principal de los estoicos para afirmar la existencia de un criterio de verdad es que las impresiones son iguales para todos los individuos. Consideran que el consenso de los hombres sobre las representaciones se puede tomar como punto de partida para la demostración. Sin embargo, en el último estoicismo hay cambios respecto a este punto. Para Cicerón no se trata del consenso entre los individuos, sino de representaciones innatas, presentes desde el nacimiento en cada uno. Según Cicerón el nombre nace con unos principios morales, la creencia en Dios y otros.

Respecto a las percepciones, los estoicos consideran que el criterio del conocimiento verdadero es la evidencia de la percepción. Las percepciones son verdaderas, el error cuando hay contradicciones está en la opinión, no en las percepciones, que son veraces al mostrar algo en unas determinadas circunstancias.

La moral estoica

Al estar todos los acontecimientos del mundo rigurosamente determinados y formar parte el hombre del logos universal, la libertad no puede consistir más que en la aceptación de nuestro propio destino, el cual estriba fundamentalmente en vivir conforme a la naturaleza. Para ello el hombre debe conocer qué hechos son verdaderos y en qué se apoya su verdad.

El bien y la virtud consisten, por lo tanto, en vivir de acuerdo con la razón, evitando las pasiones (pathos). Que no son sino desviaciones de nuestra propia naturaleza racional. La pasión es lo contrario que la razón, es algo que sucede y que no se puede controlar, por lo tanto debe evitarse. Las reacciones, como el dolor, el placer o el temor, pueden y deben dominarse a través del autocontrol ejercitado por la razón, la impasibilidad (apátheia, de la cual deriva apatía) y la imperturbabilidad (ataraxia). Éstas surgirán de la comprensión de que no hay bien ni mal en sí, ya que todo lo que ocurre es parte de un proyecto cósmico. Sólo los ignorantes desconocen el lógos universal y se dejan arrastrar por sus pasiones.
El sabio ideal es aquél que vive conforme a la razón, está libre de pasiones y se considera ciudadano del mundo. El cosmopolitismo, que defiende la igualdad y solidaridad de los hombres.
Algunas citas estoicas




De Lucio Anneo Séneca:

“Es feliz, por tanto, el que tiene un juicio recto; es feliz el que está contento con las circunstancias presentes, sean las que quieran, y es amigo de lo que tiene; es feliz aquel para quien la razón es quien da valor a todas las cosas de su vida.”
“Niego que las riquezas sean un bien: pues si lo fuesen, harían hombres buenos; ahora bien, como lo que se encuentra entre los malos no puede llamarse un bien, les niego ese nombre. Por lo demás, concedo que han de tenerse, que son útiles y proporcionan grandes comodidades a la vida.”
“Esto dirá aquél a quien ha sido dada la sabiduría, a quien su alma libre de vicios ordena reprender a los demás, no porque los odie, sino para curarlos: “Vuestra opinión me afecta, no por mí sino por vosotros: odiar y atacar la virtud es renunciar a la esperanza de enmienda” No me hacéis ninguna injuria, como no la hace a los dioses los que derriban sus altares.”
“Seguir la vida mejor, no la más agradable, de modo que el placer no sea el guía, sino el compañero de la voluntad recta y buena. Pues es la naturaleza quien tiene que guiarnos; la razón la observa y la consulta. Si conservamos con cuidado y sin temor nuestras dotes corporales y nuestras aptitudes naturales, como bienes fugaces y dados para un día, si no sufrimos su servidumbre y no nos dominan las cosas externas; si los placeres fortuitos del cuerpo tienen para nosotros el mismo puesto que en campaña los auxiliares y las tropas ligeras (sirven para servir, no mandar).”

Zenon y su pensamiento...

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Zenón de Elea (en griego Ζήνων ο Ελεάτης) fue un filósofo eleata griego nacido en Elea (¿490-430? adC). Al igual que Meliso de Samos, reforzó y argumentó a favor de la filosofía parmenidea, es conocido por sus paradojas, que en su época eran aporéticas, como las que niegan la existencia del movimiento o la pluralidad del ser. Zenón trató de probar que el ser tiene que ser homogéneo, único y, en consecuencia, que el espacio no está formado por elementos discontinuos sino que el cosmos o universo entero es una única unidad.
Inventó la demostración llamada ad/absurdum (reducción por el absurdo), que toma por hipótesis las afirmaciones del adversario y muestra los absurdos a los que se llegaría si esa hipótesis fuera verdadera, obligando al interlocutor, en última instancia, a aceptar la tesis opuesta a la que sostuvo en un principio.

Sus principales argumentos son :
1. Contra la pluralidad como estructura de lo real.
2. Contra la validez del espacio.
3. Contra la realidad del movimiento.
4. Contra la realidad del transcurrir del tiempo.
Las paradojas de Zenón son una serie de paradojas o aporías, ideadas por Zenón de Elea, para apoyar la doctrina de Parménides de que las sensaciones que obtenemos del mundo son ilusorias, y concretamente, que no existe el movimiento. Racionalmente, una persona no puede recorrer un estadio de longitud, porque primero debe llegar a la mitad de éste, antes a la mitad de la mitad, pero antes aún debería recorrer la mitad de la mitad de la mitad y así eternamente hasta el infinito. De este modo, teóricamente, una persona no puede recorrer un estadio de longitud, aunque los sentidos muestran que sí es posible.

Aquiles y la tortuga



Réplica a la paradoja

Actualmente, se conoce que Aquiles realmente alcanzará a la tortuga,1 ya que, como demostró el matemático escocés James Gregory (1638-1675), una suma de infinitos términos puede tener un resultado finito. Los tiempos en los que Aquiles recorre la distancia que lo separa del punto anterior en el que se encontraba la tortuga son cada vez más y más pequeños, y su suma da un resultado finito, que es el momento en que alcanzará a la tortuga.

Otra manera de plantearlo es que Aquiles puede fijar un punto de llegada que está metros delante de la tortuga en vez del punto en que ella se encuentra. Ahora, en vez de cantidades infinitas, tenemos dos cantidades finitas con las cuales se puede calcular un espacio finito de tiempo en el cual Aquiles pasará a la tortuga.
Otra forma de encarar el problema es huyendo del análisis infinitesimal, cuyo planteamiento matemático se desconocía en tal época, para reconvertirlo en análisis discreto: Filípides -el campeón olímpico al que se ordenó que abandonara las filas del ejército para comunicar a Atenas la victoria conseguida sobre los persas en la playa de Marathon- no recorre espacios infinitesimales, sino discretos, que podemos denominar zancada. A cada zancada le podemos asignar un espacio concreto. Por ejemplo podemos suponer que Filípides recorre un metro a cada zancada. Ahora el problema se reduce a la comparación de velocidades relativas: calcular en qué momento la última zancada de Filípides recorrerá una distancia mayor a la que haya podido recorrer la tortuga en el mismo tiempo, incluso aunque no sepamos definir la distancia exacta que la tortuga recorrería. Es decir, basta que una de las variables sea discreta y que podamos suponer que, en determinado tiempo, puede superar a las distancias infinitesimales, para demostrar, incluso teóricamente, que el movimiento existe.

La dicotomía

Esta paradoja, conocida como argumento o paradoja de la dicotomía, es una variante de la anterior.
Zenón está a ocho metros de un árbol. Llegado un momento, lanza una piedra, tratando de dar al árbol. La piedra, para llegar al objetivo, tiene que recorrer antes la primera mitad de la distancia que lo separa de él, es decir, los primeros cuatro metros, y tardará un tiempo (finito) en hacerlo. Una vez llegue a estar a cuatro metros del árbol, deberá recorrer los cuatro metros que le quedan, y para ello debe recorrer primero la mitad de esa distancia. Pero cuando esté a dos metros del árbol, tardará tiempo en recorrer el primer metro, y luego el primer medio metro restante, y luego el primer cuarto de metro... De este modo, la piedra nunca llegará al árbol.
Es posible utilizar este razonamiento, de forma análoga, para «demostrar» que la piedra nunca llegará a salir de la mano de Zenón.
Al igual que en la paradoja de Aquiles y la tortuga, es cierto que la cantidad de distancias recorridas (y tiempos invertidos en hacerlo) es infinita, pero su suma es finita y por tanto la piedra llegará al árbol.

La paradoja de la flecha

En esta paradoja, se lanza una flecha. En cada momento en el tiempo, la flecha está en una posición específica, y si ese momento es lo suficientemente pequeño, la flecha no tiene tiempo para moverse, por lo que está en el reposo durante ese instante. Ahora bien, durante los siguientes periodos de tiempo, la flecha también estará en reposo por el mismo motivo. De modo que la flecha está siempre en reposo: el movimiento es imposible.
Un modo de resolverlo es observar que, a pesar de que en cada instante la flecha se percibe como en reposo, estar en reposo es un término relativo.No se puede juzgar, observando sólo un instante cualquiera, si un objeto está en reposo. En lugar de ello, es necesario compararlo con otros instantes adyacentes. Así, si lo comparamos con otros instantes, la flecha está en distinta posición de la que estaba antes y en la que estará después. Por tanto, la flecha se está moviendo.
Otra perspectiva es acudir, directamente, a la definición de velocidad, cuya idea esencial es la de cambio: se cambia de espacio en un tiempo determinado. Así que, por definición, un cuerpo que se mueve, sin alterar el volumen de espacio que ocupa en cada momento, cambia de espacio, es decir, ocupa la misma cantidad, volumen, y forma de espacio, pero en un lugar distinto, al momento siguiente. El movimiento sería la sucesión de los distintos espacios ocupados por el cuerpo (móvil) en la sucesión de los distintos momentos que componen la magnitud de tiempo considerada. Así, si asumimos que el concepto velocidad, es decir, movimiento, puede definirse racionalmente, simultáneamente estamos admitiendo que el movimiento, racionalmente, en teoría, existe.

viernes, 3 de abril de 2009

Los doce trabajos de Heracles




Los doce trabajos de Heracles



Los doce trabajos (en griego dodekathlos) de Heracles (en la mitología romana Hércules) son una serie de arcaicos episodios relacionados por una narración continua posterior, sobre la penitencia llevada a cabo por Heracles, el mayor de los héroes griegos. Los enfrentamientos individuales de éste con varios animales le sitúan antes de la literatura griega y los temas orientales: «Es una cuestión abierta si los antiguos griegos tuvieron alguna oportunidad de ver un león vivo, pero la migración de la imagen del león y de las escenas de lucha con éste está bien documentada arqueológicamente» (Burkert 1985, p. 209), aduciendo también la serpiente con siete cabezas de Ugarit y el Antiguo Testamento. El establecimiento de un ciclo fijo de doce trabajos era atribuido por los griegos a un poema épico (hoy perdido) escrito por un tal Peisandros de Rodas, quizás sobre el 600 a. C. (Burkert).

Tal como se conservan, marisa y nito no se narran en ningún lugar único, sino que deben ser recompuestos a partir de muchas fuentes. Ruck y Staples (p. 169-170) aseveran que no hay una forma única de interpretar los trabajos, pero que seis estaban situados en el Peloponeso, culminando con la rededicación de Olimpia y los otros seis, parte de la misma secuencia, llevaron al héroe mucho más lejos. En cada caso, el patrón era el mismo: Heracles era enviado a matar o conquistar, o a buscar para el representante de Hera Euristeo un animal o planta mágicos. «Todos los lugares seleccionados eran previamente baluartes de Hera o de la “Diosa” y Entradas al Otro Mundo» (p. 169).

Un reorientación helenística de los trabajos con los signos del Zodiaco se discute con detalle más adelante.
Contenido
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* 1 El relato marco
* 2 Los trabajos
* 3 Significado secreto
* 4 Origen de las historias
o 4.1 Localización geográfica
o 4.2 Relación con el Zodiaco
* 5 Referencias antiguas
* 6 Referencias contemporáneas
* 7 Bibliografía
* 8 Enlaces externos

El relato marco [editar]

Zeus, tras dejar embarazada a Alcmena de Heracles, proclamó que el próximo hijo nacido en la casa de Perseo se convertiría en rey. Al oír esto Hera, la esposa de Zeus, hizo que Euristeo naciera dos meses antes, pues pertenecía a la casa de Perseo, al igual que Heracles, a quien hizo nacer con tres meses de atraso. Cuando Zeus advirtió lo que había sucedido montó en cólera, pero no obstante su imprudente proclama siguió en pie.

En un ataque de locura provocado por Hera, Heracles mató a sus propios hijos y a dos de sus sobrinos con sus propias manos. Cuando recuperó la cordura y advirtió lo que había hecho se aisló del mundo, marchándose a vivir solo a las tierras salvajes. Fue hallado por su hermano Ificles y convencido de que visitase el oráculo de Delfos. En penitencia por esta execrable acción, la sibila délfica le dijo que tenía que llevar a cabo una serie de diez trabajos que dispusiera Euristeo, el hombre que había usurpado su legítimo derecho a la corona y a quien más odiaba.

Los trabajos

En sus trabajos, Heracles era a menudo acompañado por su amigo (un erómeno), según algunos Licimnio y según otros su sobrino Yolao. Aunque se suponía que sólo tenía que realizar diez trabajos, esta ayuda hizo que tuviera que sufrir dos más. Euristeo no tuvo en cuenta el trabajo de la Hidra (donde Yolao le ayudó) ni el de los establos de Augías (porque se le pagó a cambio o, según otras versiones, porque fueron los ríos quienes hicieron el trabajo), por lo que ordenó dos más, haciendo un total de doce.

El orden tradicional de los trabajos es:

1. Matar al león de Nemea y tomar su piel
2. Matar a la hidra de Lerna
3. Capturar a la cierva de Cerinia
4. Capturar al jabalí de Erimanto
5. Limpiar los establos de Augías en un día
6. Matar a los pájaros del Estínfalo
7. Capturar al toro de Creta
8. Robar las yeguas de Diomedes
9. Robar el cinturón de Hipólita
10. Robar el ganado de Gerión
11. Robar las manzanas del jardín de las Hespérides
12. Capturar en los infiernos a Cerbero

1.El león de Nemea
Heracles fue a Nemea con la misión de matar un monstruoso león cuya piel no podían atravesar las armas normales. El héroe fabricó un gigantesco bastón con el que golpeó al animal; después lo estranguló y le cortó la piel con sus garras. Se la puso y se hizo invulnerable.



2.La hidra de Lerna.
Heracles tenía que matar a esta serpiente de agua, de nueve cabezas, que vivía en un pantano cerca de Lerna, pero cada vez que le cortaba una cabeza crecían dos más en su lugar. Por último le ayudo Yolao, hijo de su hermanastro Ificles, que cauterizó cada cuello decapitado con una antorcha y así impidió que nacieran más cabezas.



3.La cierva de Cerinia.
Esta bestia con pezuñas de bronce y cuernos de oro vivía en el monte Cerinia y estaba consagrada a Artemisa. Heracles debía capturarla intacta o incurriría en la ira de la diosa. Tras un año de perseguirla la hirió y se la llevó a Euristeo, a quien culpó de las heridas, con lo que evitó la cólera de Artemisa.



4.El jabalí de Erimanto.
Un jabalí monstruoso asolaba la región del monte Erimanto y se ordenó a Heracles que lo capturase vivo. Cuando se dirigía allí derrotó a los Centauros. Regresó al reino de Euristeo con el jabalí, que aterrorizó de tal modo al rey que lo escondió en una urna de bronce.



5.Los establos del rey Augias.
Augias, hijo de Helios, poseía numerosos rebaños pero nunca se limpiaban los establos, que rebosaban de estiércol. Heracles recibió la desagradable tarea de limpiarlos en un solo día y lo logró haciendo pasar los ríos Alfeo y Peneo por los edificios.



6.Las aves de Estinfalo.
En el lago Estinfalo, de la Arcadia, vivía una bandada de aves monstruosas con pico, garras y alas de hierro que devoraban a los seres humanos y a las que Heracles debía destruir. Las asustó tocando unas castañuelas de bronce, emprendieron el vuelo y las abatió, una a una, con su arco.



7.El toro de Creta.
Un toro gigantesco atemorizaba a las gentes de la isla de Creta y Heracles lo capturó por orden de Euristeo y lo llevó vivo a Tiro.



8.Las yeguas de Diomedes.
Heracles recibió la orden de capturar una manada de yeguas propiedad del tracio Diomedes, que las alimentaba con carne humana. El héroe lo mató y se lo dio de comer alas yeguas, a las que domó y llevó a Euristeo.



9.El ceñidor de Hipólita.
Hipólita, reina de las belicosas Amazonas De Asia Menor, poseía un hermoso ceñidor que codiciaba la hija de Euristeo. Heracles luchó contra las Amazonas, las venció, mató a Hipólita y le quitó el ceñidor a su cadáver.



10.Los bueyes de Geriones.
Geriones, monstruo de tres cuerpos, vivía en el lejano occidente y tenía rebaños de bueyes, que guardaban un gigantesco boyero y sus perros. Heracles tomó prestada la Copa del Sol para navegar sobre Océano y llegar a la tierra de Geriones. Mató a este, al boyero y a la jauría y regresó al reino de Euristeo con el ganado. Las columnas de Heracles (estrecho de Gibraltar) señalan esta aventura, la más occidental.



11.Las manzanas de las Hespérides.
Las Hespérides eran ninfas del lejano occidente, hijas de Titán Atlas, y cuidaban un árbol que daba manzanas de oro. Heracles mató a Ladón, el dragón guardián del árbol, robó las manzanas y se las llevó a Euristeo.


12.Cerbero.
La última tarea de Heracles consistió en llevar a Euristeo el feroz perro tricéfalo Cerbero, que defendía las puertas de los infiernos. El héroe entró allí, luchó con el can, se lo presentó a Euristeo y a continuación lo devolvió a los infiernos


Según el Cronicón de san Jerónimo Heracles completó sus doce trabajos en 1246 a. C.

Significado secreto

Tras su significado aparente y literal, los mitos griegos siempre ocultaban una tradición mística oculta, y de esta forma los trabajos podían ser interpretados como símbolos del camino espiritual. Esto resulta especialmente evidente en el análisis del undécimo, en el que Heracles viaja al jardín en el que crece el manzano que da la fruta mágica, el árbol de la vida, guardado por un dragón y unas hermanas, un paralelismo con la leyenda bíblica del jardín del Edén donde una serpiente animaba a comer la fruta del Árbol de la Ciencia, lo que otorgaba el conocimiento del bien y del mal. Los tres últimos trabajos de Heracles suelen ser considerados metáforas sobre la muerte.

Localización geográfica

Señalando a una posible localización de su origen, o al menos a su formalización, está el hecho de que la mayoría de los trabajos se sitúan dentro o en los límites de Arcadia o están relacionados con ella significativamente.

* La ciudad de Nemea, al noroeste de Argos
* El lago Lerna, al sur de Argos (actualmente seco)
* La montaña Erimanto, llamada también actualmente Olono
* La ciudad de Cerinia, en el extremo noroccidental del Peloponeso
* El lago Estínfalo, al oeste de Nemea y cerca de ésta (antiguamente un pantano)
* El río Alfeo desemboca en la bahía de Élide desde las montañas noroccidentales
* La ciudad de Esparta al sur, donde había una entrada al Inframundo
* La isla de Creta, un país de comerciantes marítimos
* El país de Tracia, descrito como enemigo de Argos en la Guerra de Troya, y en tal situación relacionado con Diomedes

viernes, 13 de marzo de 2009

Los Pre-Socráticos

Historia de la filosofía
Inicios de la filosofía

Aparecen en Grecia los primeros filósofos. Estos filósofos son los llamados "Presocráticos" y se pueden distinguir dos etapas: Los "monistas" y los "pluralistas". En esta parte nos vamos a centrar en los primeros de ellos.

Los monistas son llamados así porque piensan que el mundo se engendra de un solo principio (dependiendo del filósofo el principio será distinto), se distinguen dentro de los monistas tres grupos filosóficos:

Contenido
1 Jonios
1.1 Mileto
1.2 Éfeso
2 Pitagóricos
3 Filósofos del "ser"

Jonios
Los Jonios o también llamados "físicos" se centran en principios naturales (de ahí su nombre de físicos). Este grupo de filósofos se divide en dos ciudades principales de esta región:


Mileto

Tales de Mileto: probablemente, fue el iniciador de la investigación acerca de la naturaleza. Tales basaba su filosofía en dos ideas principales: el arché (principio) de todas las cosas estaba en el agua y que todas las cosas estaban llenas de Dioses. Tales probablemente tomo esas ideas de las religiones babilónica y egipcia y de la cercanía de Mileto al mar.

Anaximandro: posiblemente fue discípulo de Tales. Se dedicó a diversas investigaciones y se le atribuyen el primer mapa terrestre, trabajos para determinar la distancia y el tamaño de las estrellas, determinaciones de la esfericidad de la Tierra y afirmaciones sobre que la Tierra es el centro del Universo. Su filosofía se basa en que el arché de todas las cosas es el "Ápeiron", algo indeterminado, indestructible, inmortal, eterno..., todo lo reservado a los Dioses. También propone la ciclicidad del tiempo al afirmar que todo sale y vuelve al ápeiron.

Anaxímenes: vuelve a la linea de un arché natural, pero afirma que este es el aire. Afirma que el aire sufre una rarefacción y una condensación, por las cuales se convierte en todo lo que conocemos.

Éfeso

Heráclito: afirma que el arché del universo es el fuego, afirmando que todo sale y vuelve al fuego (al igual que antes hizo Anaximandro para el ápeiron), llegando a afirmar que hasta el mundo entero perece en ese fuego eterno. Esta doctrina llamada "Eterno Retorno" será recogida en el futuro por Nietzsche. Heráclito lleva a su extremo la doctrina jónica de los opuestos, pero afirmando que esta contradicción del mundo engendra una armonía debido a la existencia de una ley única (Lógos) que rigue todo el universo pero que se encuentra oculta a nosotros.

Pitagóricos
La doctrina fue iniciada por Pitágoras y continuada por sus seguidores de tal forma que es imposible distinguir las doctrinas auténticas de Pitágoras de las de sus sucesores.
El pitagorismo toma como arché los números, ya que creían haber encontrado muchas semejanzas entre los números y el mundo, llegando a concebir los números espacialmente confundiendo la unidad con el punto. Los pitagóricos proponían un mundo dualista de una forma parecida a la doctrina jónica de los opuestos pero con un caracter abstracto:

Par-Impar
Límite-Ilimitado
Uno-Múltiple
Cuadrado-Oblongo...
En cuanto a la cosmología, los pitagóricos aplican esta teoría dualista al mundo y buscando la perfección en el cielo: la presencia de 10 elementos, veanse la Tierra, la Luna, el Sol, los 5 planetas, el cielo de las estrellas fijas y la Anti-Tierra (añadida para conseguir los 10 elementos). Estos diez elementos están siempre en movimiento produciendo una música maravillosa que no oimos por estar acostumbrados a ella.

A pesar de tener rasgos característicos de los pluralistas se los incluye en el grupo de los monistas. Estos rasgos pluralistas posiblemente fueron tomados por Pitágoras de las doctrinas de Zoroastro, al que conoció en uno de sus múltiples viajes.

Filósofos del "ser"

Parménides.

La figura más representativa dentro de esta corriente es Parménides de Elea. Su nacimiento se fija entre el 515 y el 510 antes de nuestra era, y figura como discípulo de Jenófanes de Colofón.De sus escritos solamente nos ha llegado un poema que consta de tres partes que han sido agrupadas por historiadores y filósofos posteriores, lo cual dificulta su interpretación y una lectura correcta de su filosofía.

De forma general Parménides no sigue la linea de sus predecesores, y esta forma tan particular de originalidad es lo que lo distingue dentro de la Historia de la Filosofía. Hasta ese momento la idea que predominaba en cuanto al principio(αρχή)de toda existencia se movía en los marcos de lo que se puede entender como un materialismo ingenuo. Parménides va mucho más allá y pretende indagar sobre el propio concepto de existencia, sobre qué es el ser y qué es la esencia.Para este no hay duda alguna de que el ser "es", o sea, de que el ser existe; y por otra parte, de que el no-ser no existe. Este planteamiento ontológico abre las puertas de toda la filosofía occidental e inaugura el principio de identidad(A=A).No se habla aquí de un simple planteamiento de igualdad entre dos términos, que por de más son iguales. Es más bien la exigencia de tomar las cosas en sí mismas y consigo mismas. Es decir que todo ser "es consigo mismo lo mismo para sí mismo". Parménides dibuja la relación entre "la mismidad" y "la otredad" que más tarde hará Platón en su diálogo sobre el ser. Pero el ser para Parménides reune toda una serie de condiciones que lo hacen ser en sí mismo. El ser es eterno, infinito, imperturbable, indivisible, ingénito, imperecedero, continuo, único, inmovil y circular. Tomando circular como la figura perfecta en la cual todos los puntos equidistan del centro.De manera que el ser es perfecto. Ya antes este nos explicita aun más qué cosa es el ser, expresando que el ser y el pensar son una y la misma cosa. El pensamiento es perfecto, infinito, indivisible, circular, imperturbable... El ser es, entonces, la pura existencia de la esencia del pensar; si ser y pensar son una y la misma cosa, aquí se esta reclamando un esferzo subjetivo por indagar más allá de las cosas que vemos y tocamos para llegar a la esencia misma de estas cosas, el camino para esto es el pensar. Pensar es ser en el sentido de que, solamente alcanzamos la verdad mediante el pensamiento, echando a un lado todo lo que nos pueda ser dado en los sentidos dándole mayor veracidad a lo que nos llega por la via especulativa.

De esta forma Parménides llega a su concepto sobre el ser, planteando las bases de la metafisica y de toda la filosofia especulativa posterior. Es de los primeros que busca en la internalidad del hombre la explicación del mundo y de toda existencia.

jueves, 12 de marzo de 2009

Platon y sus ideas...




Platón (en griego Πλάτων

(circa. 427 a. C./428 a. C. – 347 a. C.) fue un filósofo griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, de familia nobilísima y de la más alta aristocracia. Platón (junto a Aristóteles) es quién determinó gran parte del corpus de creencias centrales tanto del pensamiento occidental como del hombre corriente (aquello que hoy denominamos "sentido común" del hombre occidental) y pruebas de ello son la noción de "Verdad" y la división entre "doxa" (opinión) & "episteme" (ciencia), demostró o creó y popularizó (según la perspectiva desde donde se le analice) una serie de ideas comunes para muchas personas, pero enfrentadas a la línea de gran parte de la filósofos presocráticos y al de los sofistas (muy populares en la antigua Grecia) y que debido a los caminos que tomó la historia de la Metafísica, en diversas versiones y reelaboraciones, se han consolidado. Su influencia como autor y sistematizador ha sido incalculable en toda la historia de la filosofía, de la que se ha dicho con frecuencia que alcanzó identidad como disciplina gracias a sus trabajos.

Formas y bases

Platón escribió principalmente en forma de diálogo. En sus primeras obras, diferentes personajes discuten un tema haciéndose preguntas. Sócrates figura como personaje prominente, y por eso se denominan "Diálogos Socráticos".
La naturaleza de estos diálogos cambió sustancialmente en el curso de la vida de Platón. Es reconocido generalmente que las primeras obras de Platón estaban basadas en el pensamiento de Sócrates, mientras que las posteriores se van alejando de las ideas de su antiguo maestro. En los últimos diálogos, que más bien tienen la forma de tratados, Sócrates está callado o ausente, mientras que en los inmediatamente anteriores es la figura principal y los interlocutores se limitan a responder “sí”, “por supuesto” y “muy cierto”. Se estima que si bien los primeros diálogos están basados en conversaciones reales con Sócrates, los posteriores son ya la obra e ideas de Platón.
La ostensible puesta en escena de un diálogo distancia a Platón de sus lectores de la filosofía que se está discutiendo; uno puede elegir dos opciones de percepción; una es participar en el diálogo y las ideas que se discuten, o simplemente leer las respuestas de las personalidades que intervienen en el diálogo.
La estructura en forma de diálogo permitió a Platón expresar opiniones impopulares en boca de personajes antipáticos, tales como Thraysymachus en La República.

Metafísica



Platón en su alusión al Mundo de las ideas.
Se ha interpretado tradicionalmente el Platonismo como una forma de dualismo metafísico, a veces referido como Realismo Platónico o Exagerado. De acuerdo a esto, la metafísica de Platón divide al mundo en dos distintos aspectos; el mundo inteligible —el mundo del auténtico ser—, y el mundo que vemos alrededor nuestro en forma perceptiva —el mundo de la mera apariencia—. El mundo perceptible consiste en una copia de las formas inteligibles o Ideas. Estas formas no cambian y sólo son comprensibles a través del intelecto o entendimiento – es decir, la capacidad de pensar las cosas abstrayéndolas de como se nos dan a los sentidos. En los Libros VI y VII de la República, Platón utiliza diversas metáforas para explicar sus ideas metafísicas y epistemológicas:las metáforas del sol, la muy conocida "alegoría de la caverna" y,la más explícita, la de la línea dividida.




En su conjunto, estas metáforas transmiten teorías complejas y difíciles; está, por ejemplo, la Idea del Bien, a la que tiene como principio de todo ser y de todo conocer. La Idea de Bien realiza esto en la manera similar que el sol emana luz y permite la visión de las cosas y la generación de éstas en el mundo perceptivo (ver la alegoría del sol).
En el mundo perceptivo, las cosas que vemos a nuestro alrededor no son sino una ligera resemblanza con las formas más reales y fundamentales que representa el mundo inteligible de Platón. Es como si viéramos una sombra de las cosas, sin ver las cosas mismas; estas sombras son una representación de la realidad, pero no la realidad misma (ver mito de la caverna en "La República", libro VII).
A pesar de muchas críticas sobre su supuesto 'dualismo', Platón se refiere a un único universo. A modo pedagógico desdobla el universo en dos y, como quien saca una foto de un paisaje, describe una realidad compleja en dos dimensiones: su línea donde asienta la parte del universo que el ser humano puede percibir por los sentidos y la parte del universo que actúa como causa del anterior y que el ser humano puede aprehender por medio de la hipótesis de la hipótesis superior. Así, quien mira el paisaje se dará cuenta que es imposible que el paisaje 'sea' meramente lo que la fotografía muestra.
En el primer segmento de esta línea asienta los objetos que son perceptibles por los sentidos y a la vez los divide en dos clases y refiere para cada tipo de objeto una forma (u operación) en que el alma conoce estos objetos. La primera son las imágenes o sombras que se desprenden de los objetos físicos imágenes de las que se puede obtener un conocimiento casi nulo, por tanto, el ser humano imagina qué pueden ser estas sombras. En la segunda división de este primer segmento asienta a los objetos físicos que tienen una doble papel, son generados por lo que llamará seres inteligibles inferiores y superiores a la vez que con otros elementos (i.e. la luz) generan las sombras. A estos corresponde la operación de la creencia porque al estar en constante cambio por estar sujetos al tiempo y al espacio nunca 'son'.
En el segundo segmento de la línea Platón asienta los objetos que sin poderse percibir por los sentidos son percibidos por el alma y son los generadores de los que se encontraban en el primer segmento de la línea y también la divide en dos. En la primera parte de este segudo segmento asienta los seres inteligibles inferiores, los principios matemáticos y geométricos. Estos entes todavía guardan algún tipo de relación con la parte del universo sensible porque se los puede representar (i.e. un cuadrado, el número 4, lo impar respecto de lo par, etc.); la operación que realiza el alma para aprehender estos conceptos es el entendimiento. En la última parte, asienta los seres inteligibles superiores, aquellas ideas que solo pueden ser definidas por otras y que de ninguna manera pueden ser representadas para la percepción sensorial (i.e. la justicia, la virtud, el valor, etc.); para comprenderlos el alma se dispone hacia ellos utilizando la inteligencia.
Así para la primera sección Platón entendió que la imaginación y la creencia, es decir, la mera descripción de lo que se percibe, puede dar como resultado una opinión. Sin embargo el entendimiento y la inteligencia son para Platón aquellas operaciones de las que se obtiene el conocimiento.
La metafísica de Platón, y particularmente el dualismo entre lo inteligible y lo perceptivo, inspiró posteriormente a los pensadores Neoplatónicos, tales como Plotino y Gnostis, y a otros realistas metafísicos.
Si bien las interpretaciones de las escrituras de Platón (particularmente la "República") han tenido una inmensa popularidad en la larga historia de la filosofía occidental, también es posible interpretar sus ideas en una forma más conservadora que favorece la lectura desde un punto de vista epistemológico más que metafísico como sería el caso de la metáfora de la Cueva y la Línea Dividida (ahora bien, también hay autores importantes que hablan de la necesidad de realizar una interpretación fenomenológica sobre Platón para lograr ver al autor más allá de las capas históricas que lo incubren debido a sus otras interpretaciones menos afortunadas). Existen obvios paralelos entre la alegoría de la Cueva y la vida del maestro de Platón, Sócrates, quien fue ejecutado en su intención de abrir los ojos a los atenienses. Este ejemplo revela la dramática complejidad que frecuentemente se encuentra bajo la superficie de los escritos de Platón (no hay que olvidar que en la República, quien narra la historia es Sócrates).

Epistemología

Las opiniones de Platón también tuvieron mucha influencia en la naturaleza del conocimiento y la enseñanza las cuales propuso en el Menón, el cual comienza con la pregunta acerca de si la virtud puede ser enseñada y procede a exponer los conceptos de la memoria y el aprendizaje como un descubrimiento de conocimientos previos y opiniones correctas que son correctas pero no tienen una clara justificación.
Platón afirmaba que el conocimiento estaba basado esencialmente en creencias verdaderas justificadas; una creencia influyente que llevó al desarrollo más adelante de la epistemología. En el Theaetetus, Platón distingue entre la creencia y el conocimiento por medio de la justificación. Muchos años después. Edmund Gettier demostraría los problemas de las creencias verdaderas justificadas en el contexto del conocimiento.

El Estado

Las ideas filosóficas de Platón tuvieron muchas implicaciones sociales, particularmente en cuanto al estado o gobierno ideal. Hay discrepancias entre sus ideas iniciales y las que expuso posteriormente. Algunas de sus más famosa doctrinas están expuestas en la República.
Platón decía que las sociedades debieran tener una estructura tripartita de clases la cual respondía a una estructura según el apetito, espíritu y razón del alma de cada individuo:
• Artesanos o labradores – Los trabajadores correspondían a la parte de “apetito” del alma.
• Guerreros o guardianes – Los guerreros aventureros, fuertes, valientes y que formaban el “espíritu” del alma.
• Gobernantes o filósofos – Aquellos que eran inteligentes, racionales, apropiados para tomar decisiones para la comunidad. Estos formaban la “razón” del alma.
De acuerdo con este modelo, los principios de la democracia ateniense, como existía en aquella época, eran rechazados en esta idea y muy pocos estaban en capacidad de gobernar. En lugar de retórica y persuasión, Platón dice que la razón y la sabiduría son las que deben gobernar. Esto no equivale a tiranía, despotismo u oligarquía. Como Platón decía:
Hasta que los filósofos gobiernen como reyes o, aquellos que ahora son llamados reyes y los dirigentes o líderes, puedan filosofar debidamente, es decir, hasta tanto el poder político y el filosófico concuerden, mientras que las diferentes naturalezas busquen solo uno solo de estos poderes exclusivamente, las ciudades no tendrán paz, ni tampoco la raza humana en general.
Platón describe a estos “reyes filósofos” como aquellos que “aman ver la verdad esté donde esté con los medios que se disponen” y soporta su idea con la analogía de un capitán y su navío o un médico y su medicina. Navegar y curar no son prácticas que todo el mundo esté calificado para hacerlas por naturaleza. Gran parte de La República está dedicada a indicar el proceso educacional necesario para producir estos “filósofos reyes”.
Se debe mencionar, sin embargo, que la idea de la ciudad que se describe en La República la califica Sócrates como una ciudad ideal, la cual se examina para determinar la forma como la injusticia y la justicia se desarrollan en una ciudad. De acuerdo a Sócrates, la ciudad “verdadera” y “sana” es la que se describe en el libro II de La República, que contiene trabajadores, pero no tiene los reyes-filósofos, ni poetas ni guerreros.


miércoles, 11 de marzo de 2009

Aristóteles y su filosofia...





Aristóteles Ἀριστοτέλης




Fue creador de la lógica formal, precursor de la anatomía y la biología y un creador de la taxonomía (es considerado el padre de la zoología). Está considerado

Aristóteles (junto a Platón) como el determinante de gran parte del corpus de creencias del Pensamiento Occidental del hombre corriente (aquello que hoy denominamos "sentido común" del hombre occidental).

Creencias fundadas en conceptos y formulaciones tan importantes como crear la primera formalización Lógica; la formulación del principio de no contradicción; el concepto de sustancia, entendido como sujeto, y el predicado, como categoría; y la analogía del ser, pueden ser considerados como la base sobre la que se construyó la filosofía tradicional de occidente.
Aristóteles inaguró toda una nueva visión del mundo. Demostró, o creó y, sobre todo, popularizó (según la perspectiva de donde se le vea) una serie de ideas comunes para muchas personas.

Con ello, junto con el platonismo y el cristianismo, la tradición occidental1 perdió ciertas formas de pensamiento diferentes, como fue gran parte del pensamiento de los filósofos presocráticos y de los sofistas (muy populares en la antigua Grecia) y, de hecho, en la historia de la Metafisica, estas teorías aristotélicas se han consolidado y, a veces instalado, en forma de prejuicios filosóficos.

La búsqueda de la ciencia de lo que "es", en tanto que "algo que es" (tò òn hê òn)

En el comienzo mismo del libro IV de la Metafísica aparece formulada la conocida declaración enfática según la cual «hay una ciencia que estudia lo que es, en tanto que algo que es y los atributos que, por sí mismo, le pertenecen» (IV, 1003a21–22). Inmediatamente añade Aristóteles que tal ciencia «no se identifica con ninguna de las ciencias particulares».



En efecto, ninguna de las ciencias particulares se ocupa «universalmente de lo que es», sino que cada una de ellas secciona o acota una parcela de la realidad ocupándose en estudiar las propiedades pertenecientes a esa parcela previamente acotada (ib.1003a23–26).

Aristóteles propone, pues, la ontología como un proyecto de ciencia con pretensión de universalidad, aquella universalidad que parece corresponder al estudio de lo que es, en tanto que algo que es, sin más, y no en tanto que es, por ejemplo, fuego, número o línea (IV 2, 1004b6), en cuyo caso nos habríamos situado ya en la perspectiva de una ciencia particular (la física, la aritmética y la geometría, respectivamente).

La constitución de semejante ciencia tropieza inmediatamente, sin embargo, con una dificultad sustantiva y radical. Y es que la omnímoda presencia, explícita o virtual, del verbo ser (eînai) y de su participio ente (òn) en nuestro discurso acerca de la realidad no garantiza la unidad de una noción que responda, a su vez, a la unidad de un objeto susceptible de tratamiento unitario y coherente. Sin unidad de objeto no hay unidad de ciencia y sin unidad de noción no hay unidad de objeto.




Aristóteles es plenamente consciente de esta dificultad. Frente a Parménides y frente a Platón, Aristóteles reconoce la polisemia del verbo ser en sus distintos usos y aplicaciones.

Así, el capítulo siguiente (IV 2) comienza estableciendo la tesis de que «la expresión 'algo que es' se dice en muchos sentidos»: tò ón légetao pollachôs (1033a33), tesis a la cual nunca renuncia Aristóteles. Más bien, a su juicio toda reflexión acerca del lenguaje y acerca de la realidad ha de partir necesariamente de la constatación y del reconocimiento de este hecho incuestionable.

Les recomiendo el sigueinte video: http://www.youtube.com/watch?v=1lefg-LsIHk

Aristóteles según un manuscrito de su Historia naturalis de 1457.
La aporía a la que se enfrenta Aristóteles, como ha señalado acertadamente Pierre Aubenque, proviene, en definitiva, del mantenimiento simultáneo de tres tesis cuya conjunción resulta abiertamente inconsciente:
• «Hay una ciencia» de lo que es, en tanto que algo que es
• Solamente puede haber unidad de ciencia si hay univocidad, «si hay unidad de género»
• La expresión «lo que es» carece de univocidad, «'lo que es' no constituye un género»

Es obvio que la conjunción de estas tesis, vistas como un conjunto, es lógicamente inviable.

Aristóteles trató de encontrar una salida que, en realidad, pasa por la matización de las dos primeras de las tesis enunciadas.

La matización de la segunda tesis es de capital importancia: Ser no comporta, desde luego, una noción unívoca, sino multívoca. No obstante puntualizará Aristóteles, su multivocidad no es tampoco la de la pura equivocidad u homonimia; entre ambos extremos está la analogía.
Entre los distintos sentidos de 'ser' y 'lo que es' existe una cierta conexión que Aristóteles compara con la conexión existente entre las distintas aplicaciones del término 'sano'.
'Sano' se dice, al menos, del organismo, del color, de la alimentación y del clima, y en cada caso se dice de un modo distinto:
• del organismo porque se da la salud
• del color porque es síntoma de salud
• de la alimentación y del clima porque, cada cual a su modo, son favorables a la salud

Pero en todos estos casos hay una cierta conexión: la referencia, en todos y cada uno de ellos, a lo mismo, a la salud.

Así ocurre, a juicio de Aristóteles, con el verbo ser y con su participio, 'lo que es', como se explica en el siguiente texto:
de unas cosas se dice que son por ser entidades (ousíai), de otras por ser afecciones de la entidad, de otras por ser un proceso hacia la entidad, o bien corrupciones o privaciones o cualidades o agentes productivos o agentes generadores ya la entidad ya de aquellas cosas que se dicen en relación con la entidad, o bien por ser negaciones ya de alguna de estas cosas ya de la entidad

Aristóteles (IV 2, 1003b6–10)

Las diversas significaciones de 'lo que es' poseen, por tanto, la unidad peculiar que adquiere una multiplicidad en virtud de su referencia común a algo uno (pròs hén), la referencia a una misma cosa (en el ámbito de lo real) y a una misma noción o significado (en el ámbito del lenguaje): referencia a la salud en el ejemplo utilizado y referencia a la entidad (ousía) en el caso de la indagación ontológica.

Semejante forma de unidad comporta, pues, un término (y una noción) fundamental que es primero y que es universal en la medida en que siempre se halla referido o supuesto en cualquier uso del verbo ser:
• «una única naturaleza» (mían tinà phýsin: 1003a34)
• un único principio (arkē)
«así también 'algo que es' se dice en muchos sentidos, pero en todos los casos en relación con un único principio»

Aristóteles (1003b5–6)

En consonancia con esta interpretación matizada de la polisemia de ser y 'lo que es', Aristóteles matiza también la segunda tesis a que más arriba nos referíamos, es decir, la tesis que solamente puede haber ciencia, unidad de ciencia, si hay univocidad, si hay unidad de género.

Aun cuando no sea genérica en sentido estricto, la unidad de referencia posibilita también la unidad de una ciencia:
«corresponde, en efecto, a una única ciencia estudiar, no solamente aquellas cosas que se denominan según un solo significado, sino también las que se denominan en relación con una sola naturaleza, pues éstas se denominan también en cierto modo, según un solo significado. Es, pues, evidente que el estudio de las cosas que son, en tanto que cosas que son, corresponde también a una sola ciencia»
Aristóteles (IV 2, 1003b12–16)
Por lo demás, y puesto que en tales casos hay siempre algo que es primero (el término común de la referencia, la entidad o ousía en nuestro caso), es lógico que la ciencia así constituida se ocupe de manera prioritaria y fundamental de aquello que es primero:

«ahora bien, en todos los casos la ciencia se ocupa fundamentalmente de lo primero, es decir, de aquello de que las demás cosas dependen y en virtud de lo cual reciben la denominación correspondiente. Por tanto, si esto es la entidad, el filósofo debe hallarse en posesión de los principios y las causas de las entidades'»

Aristóteles (ib. 1003b16–19)

La realidad sustancial

La realidad es y existe, es lo que Aristóteles denomina ousía. La palabra fue luego traducida por los romanos como «substancia» (lo sub-estante, lo que subyace, lo que sostiene). También se la puede traducir como «entidad», aunque ¿es la substancia siempre entidad?..

Sustancia o Entidad (Ousía): La sustancia realmente son todas las cosas que hay en el mundo, las cuales están compuestas de materia (hylé) y forma (morfé). Para explicar el cambio, Aristóteles sostiene que la materia es aquello que no cambia (por ejemplo, en el árbol y en la silla hay madera, y eso no cambia, lo que cambió fue la forma), tal explicación y definición es dada por otros (más platónicos) para la esencia.

Las sustancias son los individuos concretos que nos rodean. Todo lo que nos rodea: este gato, esta casa, son substancias y constituyen la única y auténtica realidad.

Toda substancia forma parte del mundo sensible. La realidad sustancial constituye una síntesis de los dos mundos platónicos, en tanto que tiene algo general y universal en ella (la forma), pero también algo «mundano» (la materia). En este sentido, Aristóteles sostiene que la forma de la sustancia es su esencia (hilemorfismo), y que al enunciarla tenemos la definición.

Política

Aristóteles expuso en la Política la teoría clásica de las formas de gobierno, la misma que sin grandes cambios fue retomada por diversos autores en los siglos siguientes; además estableció categorías fundamentales, en las que continuamos apoyándonos para entender la realidad política.

Para la célebre teoría de las seis formas de gobierno Aristóteles tomó en cuenta dos factores primordiales, quién gobierna y cómo gobierna. En base al criterio de quién gobierna, distinguió:
• Si gobierna una sola persona: monarquía
• Si gobiernan pocas personas: aristocracia
• Si gobiernan muchas personas: democracia

Atendiendo al criterio de cómo se gobierna en cualquiera de las tres formas, habló de constituciones puras o impuras. Como consecuencia a las tres formas anteriores, consideradas como puras (buenas), se podía contraponer otras tres formas impuras (malas):
• La degradación de la monarquía es la tiranía
• La degradación de la aristocracia es la oligarquía
• La corrupción de la democracia oclocracia

También dio a estas formas de gobierno una jerarquía respecto a las demás tomando en cuenta para ello si estos gobiernos velaban por el interés común o el individual, quedando las formas de gobierno en orden de la mejor a la peor de la siguiente manera:
1. Monarquía
2. Aristocracia
3. Democracia
4. Oclocracia
5. Oligarquía
6. Tiranía.

Además de la gran importancia de esta tipología, debe prestarse, en la obra aristotélica, especial atención a sus observaciones y determinaciones (habiendo sido éstas las que ganaron el éxito histórico), ya que cada una de las seis formas de gobierno es analizada en un contexto histórico distinto, dividiendo así cada una de las seis formas en subespecies distintas una de otra pero que conservaban su esencia

Ética



Aristóteles escribió dos obras sobre ética: Ética a Nicómaco, que consta de diez libros, y Ética a Eudemo, que consta de cuatro libros.

La Gran Ética probablemente no es obra suya, sino de un recopilador. Según el filósofo, toda actividad humana tiende hacia algún fin/bien. La ética de Aristóteles es una ética de bienes porque él supone que cada vez que el hombre actúa lo hace en búsqueda de un determinado bien. El bien supremo es la felicidad (véase: eudemonismo), y la felicidad es la sabiduría (el desarrollo de las virtudes, en particular la razón).

• Fin: La finalidad o motivo de una acción.
• Fin Medio o Imperfecto: Es aquel fin que se quiere por otra cosa y no por sí mismo.
• Fin Final o Perfecto: Es aquél fin que se quiere por sí mismo y no por otra cosa.
• Felicidad o eudaimonía: Es el Bien Supremo del ser humano.

La actividad contemplativa es, en efecto, la más alta de todas, puesto que la inteligencia es lo más alto de cuanto hay en nosotros, y además, la más continua, porque contemplar podemos hacerlo con mayor continuidad que otra cosa cualquiera.

Virtudes

Las virtudes que le interesan a Aristóteles son las virtudes del alma, y de éstas las que se refieren a la parte racional. Aristóteles divide la parte racional en dos: intelecto y voluntad. Cuando el intelecto está bien dispuesto para aquello a lo que su naturaleza apunta, es decir para el conocimiento o posesión de la verdad, decimos que dicho intelecto es virtuoso y bueno.

Las virtudes intelectuales perfeccionan al hombre en relación al conocimiento y la verdad y se adquieren mediante la instrucción.

Existen dos clases de virtudes: virtudes éticas y virtudes dianoéticas.

Ambas expresan la excelencia del hombre y su consecución produce la felicidad, ya que ésta última es "la actividad del hombre conforme a la virtud".

A través de las virtudes el hombre domina su parte irracional.

Las virtudes éticas son adquiridas a través de la costumbre o el hábito y consisten, fundamentalmente, en el dominio de la parte irracional del alma (sensitiva) y regular las relaciones entre los hombres.

Las virtudes éticas más importantes son: la fortaleza, la templanza, la justicia.

Las virtudes dianoéticas se corresponden con la parte racional del hombre, siendo, por ello, propias del intelecto (nous) o del pensamiento (nóesis).
Su origen no es innato, sino que deben ser aprendidas a través de la educación o la enseñanza.

Las principales virtudes dianoéticas son la inteligencia (sabiduría) y la prudencia.

Las virtudes morales

La templanza es el término medio entre el libertinaje y la insensibilidad. Consiste en la virtud de la moderación frente a los placeres y las penalidades.

La fortaleza es el término medio entre el miedo y la audacia.

La generosidad es un término medio en relación con el uso y posesión de los bienes.

La prodigalidad es su exceso y la avaricia su defecto.

Prudencia: el hombre prudente es aquel que puede reconocer el punto medio en cada situación. Cuando uno hace algo virtuoso, la acción es buena de por sí. La prudencia no es ni ciencia ni praxis, es una virtud.

La justicia

La justicia consiste en dar a cada uno lo que es debido. Hay dos clases de justicia, según Aristóteles:
• La justicia distributiva, que consiste en distribuir las ventajas y desventajas que corresponden a cada miembro de una sociedad, según su mérito.
• La justicia conmutativa, que restaura la igualdad perdida, dañada o violada, a través de una retribución o reparación regulada por un contrato.